Las políticas de dinero fácil del Banco Central Europeo son un chivo expiatorio frecuente para los políticos alemanes porque afectan a los ahorradores del país, pero Matthias Kollatz-Ahnen, el ministro de Finanzas de Berlín, no tiene quejas.
Esto se debe a que su tarea de pagar la montaña de deuda de la capital alemana se ha vuelto más fácil, algo que no había esperado. La carga ha caído a 46% de la producción económica de la ciudad este año, frente a casi 60% hace cinco años.
Una gran razón es que el programa de compra de bonos de 80.000 millones de euros (US$90.000 millones) por mes del BCE ha reducido las tasas de interés de la deuda pública en toda Europa. Desde que en diciembre el programa se expandió a la deuda de gobiernos regionales y municipales, el BCE ha comprado los bonos de siete de los 16 estados en los que está dividida Alemania, incluyendo la ciudad-estado de Berlín.
La estrategia de bajas tasas de interés del BCE “claramente ha hecho una contribución” a la reducción de la deuda berlinesa, dice Kollatz-Ahnen. “Estamos aprovechando la oportunidad”.
Esa ventaja de las políticas de estímulo del BCE rara vez se discute en la capital alemana, donde el presidente de la entidad, Mario Draghi, se dirigió a los legisladores federales por primera vez en cuatro años el miércoles.
Ejecutivos, banqueros y políticos de la mayor economía de Europa son más propensos a advertir sobre los efectos nocivos de las prolongadas tasas de interés bajas, dado que Alemania tiene una de las tasas de ahorro de hogares más altas del mundo. El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, ha sido un crítico especialmente duro del banco central, al que ha acusado de alimentar las fuerzas populistas en Alemania.
Muchos funcionarios alemanes sostienen que el dinero fácil está erosionando los retornos de los productos de renta fija que los pequeños ahorradores alemanes han favorecido tradicionalmente. Además, advierten que esa política está disminuyendo la presión sobre los gobiernos del sur de Europa para que reformen sus economías no competitivas. El exceso de dinero barato, dicen, también podría alimentar la inflación, generar pobreza y crear burbujas de bienes raíces.
Sin embargo, “Alemania es en muchos sentidos el gran ganador” de las políticas del BCE, afirma Marcel Fratzscher, presidente del instituto de investigación económica DIW Berlin. Estima que Alemania ahorra alrededor de 40.000 millones de euros anualmente en su presupuesto federal por las bajas tasas de interés en comparación con los años de tasas más altas. El país espera un superávit presupuestario de alrededor de 30.000 millones de euros este año.
“Sin esos ahorros en intereses, el gobierno tendría un déficit considerable”, dice Fratzscher.
El gobierno federal de Alemania ha pagado 122.000 millones de euros menos en intereses desde 2008 de lo que había esperado pagar cuatro años antes, según un documento del Ministerio de Finanzas visto por The Wall Street Journal.
La misma Berlín está sintiendo el beneficio directo de las tasas más bajas. Al ser capaz de refinanciar deuda antigua de forma más barata, los pagos de intereses representan en la actualidad sólo alrededor de 6% del gasto de la ciudad, frente a 12% hace una década. Con más margen fiscal, la ciudad ha contratado miles de nuevos empleados, en su mayoría docentes, y ha aumentado salarios, retrotrayendo en parte recortes anteriores.
En respuesta a la crítica a sus políticas, el BCE y otras instituciones internacionales han señalado a Alemania y su abultado superávit presupuestario, instando al país a gastar más para impulsar el crecimiento. Draghi hizo este mes un reproche inusualmente directo contra Berlín por no aumentar el gasto.
Los funcionarios alemanes responden que la deuda del gobierno federal, que ronda 70% del Producto Interno Bruto, es ya demasiado alta y que el apoyo a la demanda interna a través del gasto público no sería ni sostenible ni útil para las economías del sur que tienen poco que exportar a Alemania.
Sin embargo, los gobiernos regionales de Alemania no son modelos de disciplina presupuestaria, a pesar de que están sujetos a las estrictas normas fiscales federales. Muchos estados y municipios han estado durante años bajo fuertes cargas de deuda. Varios han buscado ayuda federal.
La deuda de Berlín es un legado de la reunificación de 1990, que restableció a la ciudad como capital del país, estatus que había perdido al fin de la Segunda Guerra Mundial. El gobierno local gastó en grande, suponiendo que volvería a convertirse rápidamente en un centro económico. Cuando eso no sucedió, las deudas explotaron. Hace una década, Berlín litigó para obligar al gobierno federal a asumir parte de la deuda, pero la demanda fue rechazada por los tribunales.
Desde entonces, la ciudad se ha apretado el cinturón. Hace cinco años, el gobierno de Berlín predijo que su endeudamiento se elevaría de 63.000 millones de euros a 66.000 millones de euros. En cambio, “sucedió lo contrario”, explica Kollatz-Ahnen. La deuda de la ciudad ha caído por debajo de 60.000 millones por primera vez desde 2008.
No todos los alemanes se benefician de las políticas del BCE. “Por supuesto que las finanzas públicas de Alemania se benefician de menores tasas de interés”, dice Clemens Fuest, presidente del instituto de investigación económica Ifo de Múnich. “Pero lo que el gobierno gana es inferior a lo que los ahorradores pierden, porque los ahorros alemanes totales son mucho más grandes que toda la deuda del gobierno alemán”.
En Berlín, sin embargo, Kollatz-Ahnen está aprovechando al máximo. La ciudad está estirando los vencimientos de su deuda para aprovechar las bajas tasas. Este año colocó con éxito sus primeros bonos a 16 años y 20 años, emitiendo tres bonos por más de 1.000 millones de euros cada uno —la colocación más grande en al menos una década— y puede emitir una cuarta. Los pagos de intereses varían entre aproximadamente 0,6% y 1%, en comparación con casi 5% en 2007.
“Definitivamente estaremos presentes [en los mercados de bonos], con más o menos el mismo volumen del año que viene”, dice Kollatz-Ahnen.
—Zeke Turner en Berlín contribuyó a este artículo.
Fuente: WSJ
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