En los últimos diez años, la Reserva Federal de Estados Unidos fue tomada por sorpresa por una burbuja inmobiliaria que causó estragos en el sistema financiero, un prolongado período de crecimiento mediocre y una inflación persistentemente por debajo de su meta. La respuesta del banco central fue orquestar rescates financieros poco populares, lanzar programas intermitentes de compras de bonos y retrasar el alza de las tasas de interés de corto plazo.
“Hay muchas cosas que creíamos saber pero que, en realidad, no salieron como lo esperábamos”, reconoce Eric Rosengren, presidente de la Reserva Federal de Boston. “La economía y los mercados financieros no son tan estables como habíamos asumido”.
Durante los 90, un período que los economistas han denominado como “La Gran Moderación” en EE.UU., parecía que la Fed nunca se equivocaba. Los funcionarios y los electores la consideraban como una máquina con botones que se oprimían para estimular o enfriar la economía, según las necesidades. Ahora, después de más de una década de frustraciones económicas, el banco central enfrenta un mayor escepticismo del público y sus propias dudas sobre su comprensión de la economía estadounidense.
Cualquiera que busque explicar uno de los momentos políticos más impredecibles en la historia de EE.UU. con el ascenso de Donald Trump y Bernie Sanders, tendría que empezar por el desencanto de la población con las instituciones que rigen la economía y el gobierno. La Fed, en particular, es un caso digno de estudio sobre cómo el consenso prevalentes en los 90 sobre una amplia gama de temas económicos, como el libre comercio, la tecnología y la política monetaria poco a poco se ha venido abajo.
Los bancos centrales, otrora admirados en todo el mundo por su dominio de la economía, ahora son el blanco de las críticas de derecha e izquierda por los rescates del sistema financiero y su incapacidad para prever y gestionar las fuerzas que han sofocado el crecimiento global después de la crisis financiera.
David Einhorn, fundador del fondo de cobertura Greenlight Capital, explica la situación acudiendo a la fábula de la hormiga y la cigarra. Una hambrienta cigarra le pide a la hormiga, que trabajó arduamente durante el verano para estar preparada para el invierno, que le dé parte de su comida para ayudarla a pasar el invierno. “Tuvimos una fiesta de las cigarras entre 2002 y 2007 y luego vino el invierno y la Fed tuvo que salir al rescate”, afirma, en alusión a las firmas financieras y las personas que gastaron más de la cuenta. “Ahora las hormigas están enojadas”.
Los problemas de la Fed saltarán a la vista durante su conferencia anual de Jackson Hole, Wyoming, que tendrá lugar entre el viernes y el domingo. En una amplia gama de asuntos que van desde el crecimiento y la inflación, pasando por las tasas de interés, el desempleo y cómo combatir una recesión, las presunciones básicas que formaban parte de los complejos modelos computaciones del banco central han sido trastocadas.
“Ciertamente, no podría haber imaginado hace seis o siete años que estaríamos usando las políticas que hemos puesto en marcha ahora”, confesó Janet Yellen, en una reciente intervención en Nueva York. La presidenta de la Fed lamentó que el gobierno tenga que depender tanto del banco para estimular la economía, mientras las discrepancias entre la Casa Blanca y el Congreso han paralizado la política fiscal.
La Fed y los economistas privados concuerdan en que la reacción del banco a la crisis ayudó a abortar un depresión como la de los años 30, lo que es más importante que cualquier injusticia que se pudo haber producido en los rescates de los bancos. Los líderes de la Fed creen que las bajas tasas de interés también ayudaron. “De no haber recurrido a esas políticas, hoy en día la inflación sería más baja y el desempleo más alto por cifras considerables”, puntualizó Yellen en marzo.
La confianza en el liderazgo del banco central, sin embargo, ha disminuido. Una encuesta que Gallup hizo en abril halló que 38% de los estadounidenses tenían mucha confianza o bastante confianza en Yellen, mientras que 35% tenían poca o ninguna. La confianza en Alan Greenspan, en cambio, excedía 70% a comienzos de los años 2000.
La incertidumbre dentro de la Fed sobre los engranajes de la economía se viene gestando desde hace una década y se remonta a tres acontecimientos clave que tomaron al banco central por sorpresa.
La Fed no detectó las señales que indicaban que un sistema financiero más complejo era más vulnerable a la formación de burbujas. Ahora, en un entorno caracterizado por las bajas tasas de interés, las burbujas son, precisamente, una amenaza creciente.
En segundo lugar, la entidad no previó la paulatina desaceleración en el crecimiento de la productividad laboral, es decir la producción por hora de trabajo, que ha limitado el crecimiento de EE.UU. desde 2004. Por último, la inflación no ha reaccionado a los vaivenes del empleo del modo que la Fed proyectaba.
Los cambiantes escenarios de las finanzas, la productividad y la inflación dificultan la fijación de las tasas de interés y lo hacían incluso antes de la crisis financiera. Estos temas conforman el eje de los dilemas que afronta Yellen.
La Fed trata de subir las tasas de interés de corto plazo, pero la salud de la economía ha sido demasiado frágil para soportar más de un incremento moderado desde casi cero en diciembre. Si Yellen demora más de la cuenta en elevar las tasas de interés, corre el riesgo de alentar la formación de burbujas. Si se apresura, no obstante, podría ahogar una expansión que sigue siendo feble y, siguiendo involuntariamente el ejemplo japonés, jamás impulsar la inflación hacia la meta de 2% anual.
Por si esto fuera poco, en caso de que EE.UU. vuelva a caer en recesión, no está claro que la Fed disponga de las herramientas adecuadas para combatirla, un tema que Yellen podría abordar en Jackson Hole. Se trata, posiblemente, del mayor vuelco del consenso que ha regido sobre los bancos centrales modernos.
Tradicionalmente, la Fed reduce las tasas de interés cuando la economía pierde vigor. Como su tasa de referencia sigue cerca de cero, no tiene mucho espacio para seguirla bajando. Si la economía entra en una recesión, la Fed probablemente tendrá que recurrir a las impopulares medidas que usó después de la crisis financiera, como las cuantiosas compras de bonos del Tesoro y las promesas de mantener bajas las tasas de interés durante un lapso prolongado.
“Deberíamos estar sumamente preocupados”, dijo Larry Summers, profesor de la Universidad de Harvard y ex secretario del Tesoro. “En esencia, estamos en un campo de batalla muy peligroso con muy pocas municiones”.
Fuente: WSJ español
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