La decisión de dejar la UE —la primera de un país miembro— ahondaría la crisis de un continente que ya tiene que hacer frente a una economía débil, problemas de deuda, inmigración a gran escala y la inestabilidad geopolítica al sur y el este de sus fronteras.
Como mínimo, dicen políticos y funcionarios, la salida británica, una opción conocida como brexit, transformaría el equilibrio de poder del bloque. Las negociaciones sobre una nueva relación con Gran Bretaña consumirían la energía de la UE en un momento en que las instituciones europeas están ocupadas con otros asuntos. Una salida del Reino Unido también podría perturbar los mercados financieros y envalentonaría las fuerzas antiunión en otros países.
Inversionistas, economistas y analistas advierten que el triunfo de la brexit podría impactar los mercados de acciones, bonos, divisas y materias primas e incluso la política monetaria de Japón.
Cualquiera sea la decisión, el cambio en Europa es inevitable. El primer ministro británico, David Cameron, llegó a un acuerdo con el resto de la UE en febrero para restringir beneficios migratorios y desvincular a su nación de las iniciativas para avanzar hacia una “unión cada vez más estrecha”. Tanto el esfuerzo de Cameron por recuperar poder en manos de Bruselas como el referendo son ejemplos que otros políticos europeos prometen seguir.
El referendo ha sacudido a las clases políticas de Europa, poniendo en duda lo que alguna vez fue considerado una marcha inevitable hacia la federalización de la UE. “Obsesionados con la idea de integración instantánea y total, no nos dimos cuenta de que la gente común, los ciudadanos de Europa, no comparten nuestro euroentusiasmo”, observó en un discurso a finales de mayo el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. “El espectro de una ruptura recorre Europa, y la visión de una federación no me parece la mejor respuesta”.
Algunos consideran el referendo de hoy, independientemente del resultado, como una oportunidad para avanzar hacia un nuevo tratado de la UE que contemple una estructura de dos niveles, con países en un núcleo más integrados, y países periféricos menos integrados. Una salida británica de la UE probablemente traería cambios drásticos, al igual que numerosas incertidumbres, preguntas sobre la duración de las negociaciones postbrexit, el impacto en el gobierno del Reino Unido y el tipo de relación británica con el bloque.
Fredrik Reinfeldt, primer ministro de Suecia entre 2006 y 2014, dijo que un voto de salida “nos debilita y nos conduce hacia una Unión Europea más desequilibrada”. Las economías de ambos lados del canal de la Mancha, predijo, saldrían perjudicadas.
David Owen, ex ministro de Relaciones Exteriores británico que apoya una salida de la UE, señala que todo podría terminar en un “divorcio amigable”, en el que el Reino Unido se aleje calmadamente de una UE que, en su opinión, se encamina en una dirección federalista.
Una gran incógnita es cuántos países intentarán seguir el ejemplo. Una encuesta publicada este mes por el centro de estudios estadounidense Pew Research Center muestra que en muchos países del bloque el nivel de desaprobación de la UE es igual o más alto que en el Reino Unido. Un 46% de los holandeses tiene una opinión desfavorable de la UE. En Alemania y el Reino Unido la cifra llega a 48%. En España es de 49% y en Francia de 61%.
Michael Gove, el secretario de Justicia británico que está haciendo campaña para abandonar la UE, dijo que la partida de los británicos provocaría “una liberación democrática de todo un continente”.
Francia y Holanda celebran elecciones el próximo año. El Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia y el Partido de la Libertad de Geert Wilders en Holanda tienen un buen desempeño en las encuestas. Ambos dirigentes políticos han mencionado la posibilidad de celebrar referendos sobre la continuidad de sus países en la UE.
Los nuevos países miembros, como Hungría, Eslovaquia y Polonia, así como naciones fundadoras como Italia, se han vuelto más hostiles a las exigencias de Bruselas. La salida británica probablemente endurecerá la resistencia a los esfuerzos de la UE por imponer principios fundamentales tales como el apoyo a la independencia judicial.
Guntram Wolff, director del centro de estudios Bruegel, con sede en Bruselas, opina que incluso en los países de Europa Central y Oriental que son hostiles a la UE existen poderosos incentivos financieros, económicos y de seguridad para permanecer en el bloque. Para los miembros de la zona euro, los costos de abandonar el bloque y la moneda común serían infinitamente más altos que los que podría llegar a pagar el Reino Unido.
Altos diplomáticos europeos dijeron que cualquier acuerdo postbrexit con el Reino Unido no debería ofrecer ventajas si deja la UE, en otras palabras, que no obtenga los beneficios de ser miembro sin tener que pagar el precio. “Cuando estás afuera, estás afuera”, dijo Volker Rühe, ex ministro alemán de Defensa. “No se puede negociar algo intermedio”. Reconoció que el bloque sufriría y se volvería más centrado en sí mismo. Una salida británica privaría a Alemania de un gran contribuyente al presupuesto de la UE y de un poderoso aliado de los mercados.
Sin el Reino Unido —que junto con Francia supera con mucho las capacidades militares de los otros estados miembros—, la defensa, la seguridad y las capacidades diplomáticas de la UE se verían mermadas. Sólo Gran Bretaña y Francia poseen importantes fuerzas expedicionarias, armas nucleares, y poder de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
“Hay por lo menos un lugar en Europa donde una posible salida británica de la UE sería aplaudida, y ese es el Kremlin”, dijo Anders Fogh Rasmussen, ex jefe de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y primer ministro danés entre 2001 y 2009. “Los rusos considerarían la salida británica como un debilitamiento no sólo de la UE, sino de toda la comunidad occidental”.
Cualquier movimiento para profundizar la unión monetaria podría dejar al descubierto otra de las consecuencias de una posible salida de la segunda mayor economía de la UE: un cambio importante en el equilibrio de poder entre los 19 países de la zona euro y los que están afuera.
La profundización de las relaciones económicas entre los países que utilizan el euro podría presentar a los países que no lo hacen la alternativa políticamente incómoda de tener que unirse a la moneda común o quedar permanentemente fuera de su área de influencia.
“Creo que es un problema fundamental”, dijo Wolff, el director del centro de estudios belga. “Una vez que el Reino Unido se vaya, los países que no pertenecen a la zona del euro representan 15% [del Producto Interno Bruto] de la UE. Básicamente, esto significa que la zona euro es muy, muy dominante”.
“Eso es lo que nos preocupa”, dijo Reinfeldt, el ex primer ministro sueco, cuyo país sería la mayor economía no miembro de la zona euro si Gran Bretaña se va.
Fuente: WSJ español
Comentarios
Publicar un comentario