Por qué los bienes Giffen y las
curvas de Kuznets, Phillips y Laffer permanecen elusivas al escrutinio
analítico, tanto como el espectro de Elvis Presley, el monstruo del lago
Ness o la mano de Dios
Walter Sosa Escudero
PARA LA NACION
Domingo 20 de marzo de 2016
"Alguien ha visto un dólar?", preguntó Juan Domingo Perón a la masa
que le reclamaba por el derrotero de esta moneda. Una inquietud similar
siente el recién llegado al estudio de la economía, cuando se pregunta
si las elegantes curvas de los libros de texto realmente existen en la
práctica. Lamentablemente, la realidad es mucho más grosera que la
teoría, y sólo el ojo entrenado del analista profesional puede avistar
una curva de demanda en el manojo hirsuto de puntos que surgiría de
graficar los precios y las ventas de cualquier empresa.
Así y todo, existen varias relaciones económicas que, aun con una enorme dosis de catecismo y parafernalia estadística, todavía permanecen elusivas al escrutinio analítico, como el fantasma de Elvis Presley, el monstruo del lago Ness o "la mano de Dios" que inmortalizó Diego Armando Maradona. He aquí entonces una colección de "apariciones económicas", de esas que todos conocen, que están en los libros, pero que jamás nadie ha visto por su cuenta.
Los bienes Giffen. Hace más de 100 años que este monstruo de dos cabezas de los libros de teoría forma parte del folklore de la formación académica de los economistas. Se trata de bienes cuya demanda baja cuando el precio cae, al contrario de lo que uno creería. El ejemplo arquetípico es el de una hambruna en Irlanda en el siglo XIX: había tanta pobreza que cuando los precios de las papas bajaron, la gente usó el ahorro extra proveniente de la caída en los precios para dejar de comer papa y pasarse a algo mejor.
Más allá de este episodio anecdótico hay que hurgar mucho en la literatura para encontrar evidencia científica de estos comportamientos. Recién en 2007 un trabajo de Jensen y Miller en el prestigioso American Economic Review presenta alguna prueba estadística de existencia de La Bestia. Pero si luego de tantos años de asustar a los estudiantes el monstruo recién da magras señales de vida 100 años después es porque no quiere ser visto. Y ojos que no ven, corazón que no siente.
La curva de Kuznets. Simon Kuznets (Premio Nobel de Economía en 1971) conjeturó que, a medida que un país se desarrolla, su desigualdad crece hasta cierto punto, a partir del cual comienza a bajar, como un arco iris. De pretender divisar al monstruo deberíamos sentarnos a ver cómo una sociedad primitiva se desarrolla y observar cómo la desigualdad va formando una parábola invertida a lo largo de su historia. Existen tantos papers científicos que encuentran dicha curva como los que la refutan por completo. Acá, más que nunca, Perón diría: "¿Alguna vez alguien vio la curva de Kuznets?" Y a coro le responderíamos: "No, mi general".
La curva de Phillips. La madre de todos los fantasmas. Un tanto de casualidad, Arthur Phillips se dio cuenta de que la relación entre la inflación y el desempleo es negativa, es decir, que si una sociedad quiere menos desempleo debería tolerar más inflación; una cosa o la otra, pero las dos, no. Allá lejos y hace tiempo, los keynesianos reportaban haber visto a La Bestia, léase, que efectivamente la relación era negativa y que se podría reducir el desempleo emitiendo dinero y tolerando más inflación. Por otra parte, Milton Friedman y sus Chicago boys decían que era sólo una ilusión óptica y que, a la larga, emitir dinero sólo causa más inflación, dejando el desempleo inalterado, de modo que la curva de Phillips no tiene pendiente negativa, sino que es vertical.
Luego de un agitado debate académico, al endriago se lo tragó la tierra: la relación de Phillips se perdió en la literatura, o bien no aparecía, o lo hacía y a nadie le importaba, y ya sabemos que no hay monstruo más irrelevante que el que nadie tiene ganas de ver, como el fantasma de Canterville, de Oscar Wilde.
Pero como ni Elvis ni ningún fantasma milenario desaparecen por completo, el de Phillips comenzó a dar nuevas señales de vida (o de muerte) en nuestro lejano país del sur, a la luz de las discusiones actuales sobre el control de la inflación y una posible recesión.
Una insólita vuelta de tuerca es la reportada por el economista Gregor Smith, que hace poco encontró que la curva de Phillips de Japón se parece al mismísimo mapa de Japón, torciendo la balanza en favor de los keynesianos. Ni lerdo ni perezoso, Marcus Nunes halló que la relación de Phillips para Chile es vertical como el país trasandino, reivindicando esta vez a los monetaristas.
Dejaremos para futuras generaciones de economistas la ingrata tarea de interpretar el significado oculto en la forma de las curvas de Phillips de países geométricamente menos amigables, como la Argentina o Brasil.
La curva de Laffer del impuesto inflacionario. Si la tasa de impuesto es cero, la recaudación es nula y también lo es si la tasa es 100%, ya que nadie produce si todo se lo va a apropiar el Estado. De modo que, empezando desde cero, subir la tasa impositiva aumenta la recaudación, pero en algún momento ésta debería empezar a caer, como la relación de Kuznets antes mencionada. Este comportamiento es llamado "curva de Laffer", en honor a Arthur Laffer, el economista que popularizó la idea.
En el caso del "impuesto inflacionario", la tasa impositiva en cuestión es la mismísima tasa de inflación. Si el Estado emite poquito se apropia de parte del poder adquisitivo de la población, generando un poco de inflación. Pero siguiendo el argumento de Laffer, en algún momento más inflación debería provocar una huida del dinero tal que la "recaudación" debería empezar a caer.
De ser cierta esta historia existe un límite a la cantidad de financiamiento que el Estado puede obtener a través de la emisión de dinero. ¿Existe este límite superior? Son muy pocos los episodios históricos en los que la tasa de inflación crece tanto como para ver si realmente la curva de Laffer empieza a torcerse hacia abajo. Por eso es que eventos extremos como la hiperinflación alemana de 1921 han sido escrutados ad nauseam para intentar avistar al monstruo de marras. Un trabajo reciente de los economistas brasileños Barbosa y Filho dice que las estimaciones de la tasa que maximiza la curva de Laffer para este episodio van del 18% al 143% mensual, que es como decir que si tiramos una moneda va a salir cara o seca: la nada misma. La risa de ultratumba de Laffer resuena mientras los economistas buscan si su curva dobla o no, como la famosa pelota de Daniel Passarella.
Y aquí paramos, porque posiblemente en la audiencia haya jóvenes impresionables que pueden ver sus vocaciones afectadas frente a tanta alusión fantasmagórica. Pero no se preocupen: los monstruos de la economía no existen, son los padres.
El autor es profesor de la Universidad de San Andrés e investigador principal del Conicet
Así y todo, existen varias relaciones económicas que, aun con una enorme dosis de catecismo y parafernalia estadística, todavía permanecen elusivas al escrutinio analítico, como el fantasma de Elvis Presley, el monstruo del lago Ness o "la mano de Dios" que inmortalizó Diego Armando Maradona. He aquí entonces una colección de "apariciones económicas", de esas que todos conocen, que están en los libros, pero que jamás nadie ha visto por su cuenta.
Los bienes Giffen. Hace más de 100 años que este monstruo de dos cabezas de los libros de teoría forma parte del folklore de la formación académica de los economistas. Se trata de bienes cuya demanda baja cuando el precio cae, al contrario de lo que uno creería. El ejemplo arquetípico es el de una hambruna en Irlanda en el siglo XIX: había tanta pobreza que cuando los precios de las papas bajaron, la gente usó el ahorro extra proveniente de la caída en los precios para dejar de comer papa y pasarse a algo mejor.
Más allá de este episodio anecdótico hay que hurgar mucho en la literatura para encontrar evidencia científica de estos comportamientos. Recién en 2007 un trabajo de Jensen y Miller en el prestigioso American Economic Review presenta alguna prueba estadística de existencia de La Bestia. Pero si luego de tantos años de asustar a los estudiantes el monstruo recién da magras señales de vida 100 años después es porque no quiere ser visto. Y ojos que no ven, corazón que no siente.
La curva de Kuznets. Simon Kuznets (Premio Nobel de Economía en 1971) conjeturó que, a medida que un país se desarrolla, su desigualdad crece hasta cierto punto, a partir del cual comienza a bajar, como un arco iris. De pretender divisar al monstruo deberíamos sentarnos a ver cómo una sociedad primitiva se desarrolla y observar cómo la desigualdad va formando una parábola invertida a lo largo de su historia. Existen tantos papers científicos que encuentran dicha curva como los que la refutan por completo. Acá, más que nunca, Perón diría: "¿Alguna vez alguien vio la curva de Kuznets?" Y a coro le responderíamos: "No, mi general".
La curva de Phillips. La madre de todos los fantasmas. Un tanto de casualidad, Arthur Phillips se dio cuenta de que la relación entre la inflación y el desempleo es negativa, es decir, que si una sociedad quiere menos desempleo debería tolerar más inflación; una cosa o la otra, pero las dos, no. Allá lejos y hace tiempo, los keynesianos reportaban haber visto a La Bestia, léase, que efectivamente la relación era negativa y que se podría reducir el desempleo emitiendo dinero y tolerando más inflación. Por otra parte, Milton Friedman y sus Chicago boys decían que era sólo una ilusión óptica y que, a la larga, emitir dinero sólo causa más inflación, dejando el desempleo inalterado, de modo que la curva de Phillips no tiene pendiente negativa, sino que es vertical.
Luego de un agitado debate académico, al endriago se lo tragó la tierra: la relación de Phillips se perdió en la literatura, o bien no aparecía, o lo hacía y a nadie le importaba, y ya sabemos que no hay monstruo más irrelevante que el que nadie tiene ganas de ver, como el fantasma de Canterville, de Oscar Wilde.
Pero como ni Elvis ni ningún fantasma milenario desaparecen por completo, el de Phillips comenzó a dar nuevas señales de vida (o de muerte) en nuestro lejano país del sur, a la luz de las discusiones actuales sobre el control de la inflación y una posible recesión.
Una insólita vuelta de tuerca es la reportada por el economista Gregor Smith, que hace poco encontró que la curva de Phillips de Japón se parece al mismísimo mapa de Japón, torciendo la balanza en favor de los keynesianos. Ni lerdo ni perezoso, Marcus Nunes halló que la relación de Phillips para Chile es vertical como el país trasandino, reivindicando esta vez a los monetaristas.
Dejaremos para futuras generaciones de economistas la ingrata tarea de interpretar el significado oculto en la forma de las curvas de Phillips de países geométricamente menos amigables, como la Argentina o Brasil.
La curva de Laffer del impuesto inflacionario. Si la tasa de impuesto es cero, la recaudación es nula y también lo es si la tasa es 100%, ya que nadie produce si todo se lo va a apropiar el Estado. De modo que, empezando desde cero, subir la tasa impositiva aumenta la recaudación, pero en algún momento ésta debería empezar a caer, como la relación de Kuznets antes mencionada. Este comportamiento es llamado "curva de Laffer", en honor a Arthur Laffer, el economista que popularizó la idea.
En el caso del "impuesto inflacionario", la tasa impositiva en cuestión es la mismísima tasa de inflación. Si el Estado emite poquito se apropia de parte del poder adquisitivo de la población, generando un poco de inflación. Pero siguiendo el argumento de Laffer, en algún momento más inflación debería provocar una huida del dinero tal que la "recaudación" debería empezar a caer.
De ser cierta esta historia existe un límite a la cantidad de financiamiento que el Estado puede obtener a través de la emisión de dinero. ¿Existe este límite superior? Son muy pocos los episodios históricos en los que la tasa de inflación crece tanto como para ver si realmente la curva de Laffer empieza a torcerse hacia abajo. Por eso es que eventos extremos como la hiperinflación alemana de 1921 han sido escrutados ad nauseam para intentar avistar al monstruo de marras. Un trabajo reciente de los economistas brasileños Barbosa y Filho dice que las estimaciones de la tasa que maximiza la curva de Laffer para este episodio van del 18% al 143% mensual, que es como decir que si tiramos una moneda va a salir cara o seca: la nada misma. La risa de ultratumba de Laffer resuena mientras los economistas buscan si su curva dobla o no, como la famosa pelota de Daniel Passarella.
Y aquí paramos, porque posiblemente en la audiencia haya jóvenes impresionables que pueden ver sus vocaciones afectadas frente a tanta alusión fantasmagórica. Pero no se preocupen: los monstruos de la economía no existen, son los padres.
El autor es profesor de la Universidad de San Andrés e investigador principal del Conicet
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