La demografía, una gran preocupación para la economía global

A partir de la crisis financiera de 2008, los economistas han tratado de hallar una explicación satisfactoria al decepcionante crecimiento económico de Estados Unidos y otros países, desde la austeridad fiscal a la crisis del euro. Ahora se están dando cuenta de que uno de los vientos en contra más fuertes es también uno de los más difíciles de superar: la demografía.

Las economías avanzadas alcanzarán un hito fundamental el próximo año. Según proyecciones de la Organización de Naciones Unidas, su población total en edad productiva disminuirá por primera vez desde 1950; en 2050 se habrá reducido 5%. La cantidad de trabajadores también caerá en algunas de las principales economías emergentes, como China y Rusia. Al mismo tiempo, la proporción de la población de más de 65 años en estos países se disparará.




A las generaciones anteriores les preocupaba que el mundo tuviera demasiada gente. El problema actual es que tenga demasiado poca.

Esto refleja dos tendencias conocidas desde hace tiempo: la prolongación de la vida y la disminución de la fertilidad. No obstante, muchas de las consecuencias económicas de dichas tendencias se hacen evidentes recién ahora. En pocas palabras, las empresas se están quedando sin trabajadores, sin clientes o sin ambos. En cualquier caso, el crecimiento económico paga los platos rotos. A medida que la población envejece, su gasto cambia y la demanda se inclina hacia servicios como la salud, en desmedro de la compra de bienes duraderos como los automóviles.

La demografía también ayuda a entender por qué una recuperación históricamente débil como la de EE.UU. en los últimos años ha bastado para reducir el desempleo a la mitad. La economía no necesita crear tantos puestos de trabajo para emplear a la menor cantidad de trabajadores que ingresa a la fuerza laboral. Las constructoras, por ejemplo, sufren al mismo tiempo un debilitamiento de la demanda, ya que la tasa de propiedad de viviendas disminuye, y una escasez de mano de obra, a medida que la generación de la posguerra o baby boomers, los nacidos entre 1946 y mediados de los años 60, se jubila.


Karel Peltram es el dueño de la empresa de plomería Peltram Plumbing, en Auburn, estado de Washington. La compañía tiene cerca de un centenar de empleados, pero le cuesta encontrar mano de obra calificada.

El aumento de las jubilaciones es una razón importante por la cual los países de la periferia europea, como Grecia, tienen problemas para pagar su deuda y la razón por la que Alemania es tan reacia a estimular su economía a pesar de tener un presupuesto equilibrado. Mientras tanto, el ingreso de una cantidad tan grande de personas al período de mayor ahorro de sus vidas genera un exceso de ahorro que ha mantenido las tasas de interés y la inflación en las economías desarrolladas en niveles bajos, lo cual obstaculiza la tarea de los bancos centrales de reactivar el crecimiento.

Se supone que las fuerzas demográficas se mueven de manera lenta y predecible, pero las actuales tendencias no siguen esos estándares históricos, enfatiza Amlan Roy, experto en demografía del banco Credit Suisse. Los cambios son “dramáticos y sin precedentes”, advierte. La edad promedio en EE.UU., por ejemplo, tardó ocho décadas para subir siete años, a 30 años en 1980, pero sólo 34 para ascender otros ocho años, a 38 años.

Empresas y gobiernos no tienen respuestas simples para hacer frente a estos cambios, ya que cada país envejece a un ritmo diferente, por distintas razones y con variados grados de preparación.

La automatización puede aumentar la productividad y compensar así el mayor número de personas de la tercera edad. Las suposiciones sobre el envejecimiento también tienen que cambiar. A los 65 años, la edad tradicional de jubilación, una persona es hoy igual de saludable que alguien de 58 años hace cuatro décadas y, por ende, puede trabajar más tiempo.
Simultáneamente, los países más acaudalados pueden aumentar la cantidad de inmigrantes que aceptan de economías más pobres, fundamentalmente de África y Asia, si superan los escollos políticos.




Los asuntos demográficos han preocupado a los economistas durante mucho tiempo. En 1798, el pastor anglicano y ensayista Thomas Malthus sostuvo que la humanidad se reproduce más rápido que la producción de alimentos, lo que conduce a la miseria y el hambre. Se equivocó. La población del mundo occidental creció rápidamente durante los siglos XIX y XX, con un bache en 1918-19 a causa de la Primera Guerra Mundial y la pandemia de gripe española de 1918, pero el aumento de la productividad agrícola resultó más que capaz de alimentar las bocas adicionales.

La Segunda Guerra Mundial produjo una explosión del gasto público en EE.UU. que restableció el pleno empleo luego de la Gran Depresión de los años 30, y el auge de la natalidad que siguió al fin de las hostilidades echó por la borda los temores a un descenso de la población. La tasa de fertilidad estadounidense, o el número de hijos que una mujer tiene durante su vida, saltó de 2,3 en los años 30 a 3,6 en 1960.

A medida que los avances en la atención de la salud y la nutrición hicieron caer en picada la mortalidad infantil y elevaron la esperanza de vida, la población mundial despegó, generando el miedo a la superpoblación. Este temor quedó personificado por el libro de Paul Ehrlich La bomba demográfica, de 1968, y el informe del Club de Roma Los límites del crecimiento, de 1972.


Sin embargo, las tasas de fecundidad comenzaron a caer, tanto en los países avanzados como en los subdesarrollados. La población en edad productiva en Japón empezó a disminuir en 1996; hace unos años, también lo hizo su población total. Japón es un caso extremo, pero el resto del mundo avanzado y muchas economías emergentes siguen trayectorias similares. Para 2050, la población mundial habrá crecido 32%, pero la población en edad laboral (entre 15 y 64 años) se expandirá sólo 26%.

Entre los países avanzados, según la ONU, la población en edad productiva se reducirá para entonces 26% en Corea del Sur, 28% en Japón, y 23% en Alemania e Italia. La población laboral de los países de ingresos medios aumentará 23%, liderada por un alza de 33% en India. En Brasil, en cambio, subirá apenas 3%, mientras que en Rusia y China se contraerá 21%.

Entre los países ricos, EE.UU. sigue siendo demográficamente afortunado: se estima que para 2050 su población en edad de trabajar crecerá 10%. Sin embargo, como proporción de la población total, este grupo se reducirá de 66% a 60%. En otras palabras: el lastre demográfico sobre el crecimiento va a sentirse durante décadas.

Michael Green, quien administra el fondo de cobertura Ice Farm Capital, que busca aprovechar las tendencias demográficas, menciona una estadística alarmante: la población combinada de los estados del sudoeste de EE.UU. (California, Nevada, Arizona, Nuevo México y Texas), que durante mucho tiempo tuvieron el mayor crecimiento poblacional del país, aumenta 1,5% al año, menos que en los años 30.

Menor margen
El “potencial” de crecimiento a largo plazo de un país depende de dos factores: el número de trabajadores y su productividad. Un menor crecimiento poblacional reduce los trabajadores disponibles.

En 2008, el mismo año de la quiebra de Lehman Brothers, los primeros baby boomers comenzaron a jubilarse. Desde entonces, el número de beneficiarios de la Seguridad Social, como se conoce el sistema público de pensiones de EE.UU., se ha disparado de 41,4 millones a 49 millones.

Esta es una razón importante por la que la fuerza laboral estadounidense ha crecido apenas 0,2% al año desde 2008, en comparación con 1,2% en la década anterior, y por la que la tasa de participación en la fuerza laboral (la proporción de adultos mayores de 15 años que están trabajando o buscando empleo) cayó a 62,4%, el porcentaje más bajo en casi 40 años, cuando las mujeres eran mucho menos propensas a trabajar fuera del hogar.

Al principio se pensaba que estas cifras reflejaban el número de desempleados de largo plazo que renunciaban a buscar trabajo y abandonaban la fuerza laboral. Sin embargo, ya en 2006 un equipo de economistas de la Reserva Federal predijo que esto sucedería debido a una combinación de factores estructurales de largo alcance: la jubilación de los baby boomers; la estabilización del número de mujeres trabajadoras; la extensión de la permanencia de los adultos jóvenes en las universidades; y el retiro del mercado laboral de algunos empleados no calificados. Esos economistas predicen ahora que para 2022, la tasa de participación caerá a 61%. Esa es la principal razón por la que el banco central estima que el crecimiento potencial de EE.UU. se redujo de 3% a 2% en las décadas anteriores a la crisis. Algunos economistas tienen un pronóstico más sombrío.

Ahorro, tasas de interés
 
A medida que envejecen, las personas cambian sus hábitos de ahorro. Entre los 20 y los 39 años, cuando están al comienzo de sus carreras, la población de los países desarrollados se endeuda para comprar una vivienda y criar a sus hijos. Entre los 40 y los 60 años, esas obligaciones pasan a segundo plano y aumentan sus ingresos, por lo que pueden ahorrar más. Al jubilarse, se supone que vivan de sus ahorros y del apoyo del gobierno.

El ahorro, multiplicado en numerosos países, tiene un gran impacto económico. La capacidad de ahorro de un país está fuertemente influida por la diferencia entre el porcentaje de su población entre 40 a 65 años y el porcentaje de más de 65 años. En EE.UU., la zona euro, Japón y otras seis grandes economías, tal diferencia ha aumentado de manera constante desde inicios de los años 80, señala Michael Gavin, de Barclays. El crecimiento ha sido más pronunciado en China, lo que explica su gran superávit comercial: las familias consumen menos de lo que ganan para ahorrar para su jubilación.


Debido a que los mercados de capital son globales, el exceso de ahorro en un país impacta a otro mediante las tasas de interés. Gavin argumenta que el alza del número de trabajadores maduros respecto de los jubilados de edad avanzada es una de las principales razones por las que las tasas de interés reales (ajustadas por inflación) hayan disminuido de manera constante en las últimas décadas y que incluso sean negativas en la mayoría de las economías desarrolladas. Esas influencias demográficas están a punto de revertirse.

Esto coincide con otro factor demográfico: a medida que envejecen, las personas cambian sus hábitos de consumo. Los más jóvenes gastan más en viviendas, autos y la educación de sus hijos, mientras que la típica persona de más de 65 años en EE.UU. dedica 13% de su gasto total a la salud, en comparación con 6% para las personas entre 35 y 44 años.

Estos cambios demográficos tendrán un profundo efecto en las empresas, generando nuevos ganadores y perdedores.

Green, el gestor de fondos de Ice Farm, puntualiza que las ventas y el precio de la acción de la cadena de indumentaria Abercrombie & Fitch Co. no están languideciendo debido al desencanto con los “jeans rasgados o las modelos flacas”, sino porque el nicho demográfico de su negocio, los adolescentes, se reduce. Otras empresas con problemas similares son Lululemon Athletica Inc., que apunta a las mujeres de 35 a 50 años, y Budweiser, de Anheuser-Busch InBev, o Harley-Davidson Inc., cuyos principales clientes son hombres blancos de la generación de los baby boomers. En cambio, las farmacéuticas obtendrán una ganancia inesperada: el estadounidense promedio pasa de tener entre 3,3 recetas entre los 50 y 60 años a 4,4 después de los 65.

Arreglando el problema
 
Las tendencias demográficas para los próximos 35 años son todo un reto, pero no son inabordables. Las políticas gubernamentales y los cambios en las actitudes sociales pueden aumentar la fertilidad. China eliminó en octubre su política de un solo hijo. Sin embargo, la evidencia de lugares como Singapur, Australia y la provincia canadiense de Quebec, que durante mucho tiempo han ofrecido subsidios en efectivo para alentar a las familias a tener más hijos y provisto ayudas más generosas a las madres trabajadoras, muestra lo difícil que es aumentar las tasas de fertilidad que, en todos estos casos, permanecen muy por debajo de la tasa de reemplazo de 2,1. Incluso con una mayor fertilidad, deberían pasar varias décadas antes de que las tendencias demográficas cambien en forma significativa.

Como dijo Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, el banco central alemán: “Debido a que la tasa de natalidad de Alemania ha ido disminuyendo desde hace décadas, quienes ahora podrían estar pensando en tener hijos en realidad nunca nacieron”.

Para ajustarse a estas tendencias, las empresas con escasez de trabajadores pueden recurrir a la automatización. China se convirtió en la fábrica del mundo gracias a una fuente aparentemente ilimitada de trabajadores provenientes de su éxodo rural. No obstante, debido a la reducción del exceso de oferta laboral, los salarios están subiendo y muchos exportadores recurren a los robots para aumentar la productividad.

Otro camino es impulsar la inmigración, pero esto presenta otras dificultades. Las mayores fuentes de inmigrantes a EE.UU., como México y China, están envejeciendo, y el grupo que tradicionalmente buscó una vida mejor en el exterior se está reduciendo. En México, la tasa de fecundidad ha bajado de 5,4 a finales de los años 70 a 2,3 en la actualidad, y se prevé que para el año 2030 sea 1,9, la misma que en EE.UU., y por debajo de la tasa de reemplazo.



La mayoría de los países con altas tasas de fecundidad están en África y Asia. En 2050, según la ONU, India será el país más poblado del mundo, Nigeria será el tercero e Indonesia el quinto. La mayoría, sin embargo, seguirá siendo pobre: los países de bajos ingresos constituirán 14% de la población mundial, en comparación con 9% ahora. Estos, por lo tanto, serán los países de los que probablemente saldrán los nuevos inmigrantes.

En muchos países ricos, empresas hambrientas de trabajadores están ansiosas por más inmigrantes. Sin embargo, para estabilizar la proporción de la tercera edad en el total de la población de los países avanzados se requeriría un aumento inmediato de hasta ocho veces la inmigración procedente de los países menos desarrollados, calcula el Fondo Monetario Internacional. Esto no es políticamente factible, dada la resistencia que incluso los niveles actuales de inmigración han generado en esos países.

Probablemente la forma más prometedora para hacer frente a una población que envejece es animar a los empleados de hoy a trabajar más tiempo. Esto ya ha sido probado en Japón, donde 22% de los mayores de 65 años siguen laborando, en comparación con 18% en EE.UU.

Esto sugiere que hay mucho potencial para que los trabajadores en Europa y EE.UU. se jubilen más tarde.

Varios estudios han hallado que los trabajadores de mayor edad son igual de productivos, y a menudo más, que los más jóvenes. Como señala Weidmann, del Bundesbank: “El joven puede correr más rápido, pero el viejo conoce los atajos”.

—Miho Inada contribuyó a este artículo.

Fuente: The Wall Street Journal en Español 

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