miércoles, 29 de abril de 2015 22:07 EDT
Manny Pacquiao ha inspirado a una nueva generación de
pugilistas en su ciudad natal en el sur de Filipinas. Un vistazo a las
raíces de Pacquiao. FOTO: DIANA JOU/THE WALL STREET JOURNAL
Una acacia cerca del frente de la
escuela de Manny Pacquiao se convirtió en un temprano símbolo de su
éxito como boxeador y de su espíritu generoso. A los 12 años, luego de
cobrar las ganancias de sus peleas, Pacquiao solía subirse a las ramas
de ese árbol para tirar golosinas a sus compañeros de clase.
En
aquellos días, cobraba 100 pesos (unos US$3,50 de la época) si ganaba y
50 pesos si perdía. Cuando este sábado enfrente a Floyd Mayweather Jr.
en Las Vegas, Pacquiao, de 36 años, cobrará como mínimo US$100 millones,
la bolsa más grande en la historia del boxeo.
“Daba
la mitad de los 100 pesos a su madre [para alimentos] y se quedaba con
la otra mitad “, dijo la ex directora de la escuela, Abaira Saway
Macmod. “Compraba unos caramelitos” para sus compañeros, que se ponían
“realmente felices” cuando lo veían aparecer con las golosinas en sus
manos.
Emmanuel “Manny” Pacquiao nació
en una parte pobre y violenta de Mindanao, una de las principales islas
de Filipinas. Su familia se mudó luego al barrio Barangay Labangal de
General Santos, también conocido como Gensan, en la costa sur de la
isla. Fueron a vivir con un primo de su madre, Elizardo Mejía, quien le
había comprado una parcela de tierra al padre de Macmod, el fundador de
la escuela a la que asistió el futuro boxeador.
Mejía
sigue viviendo allí. Su casa es más grande ahora, pero no es nada fuera
de lo común. En el patio de tierra que precede a la entrada de la casa
hay un gallo de pelea atado a un poste. También hay pilas de envases de
plástico almacenados en una cabaña de madera sin puertas, un testimonio
de la vida de Mejía como vendedor de kulafu, un vino chino. Recoger esas
botellas fue uno de los tantos trabajos que Pacquiao hizo en su
juventud para ayudar a su familia.
Las
más preciadas posesiones de Mejía son dos pares de guantes de boxeo, los
primeros dos pares de guantes de boxeo de Pacquiao. Las vendas
envueltas alrededor de ellos están saliendo, y huelen a polvo viejo y
sudor. Mejía fue la primera persona que alentó a Pacquiao a boxear, pero
la madre del niño, Dionisia, se oponía a la idea. Macmod también estaba
en contra: “Yo lo acicateaba, le decía que no se ausentara de la
escuela, que no iba a sacar nada bueno del boxeo, porque lo iba a
destruir”, dijo, señalando a su cabeza con una risa.
Manny Pacquiao en su mansión en General Santos, Filipinas, en 2010.
Associated Press
En Gensan, conocida como la capital
del atún de Filipinas, el olor a pescado inunda las carreteras
obstruidas por mototaxis que zumban como abejorros metálicos. A lo
lejos, hacia el norte, se erige el volcán Matutum. Además de los
carteles y vallas publicitarias que promueven la pelea
Mayweather-Pacquiao como la pelea del siglo, los signos del éxito del
héroe local—empezando por su mansión en el noroeste de la ciudad—están
por todas partes. Pacquiao también posee varios negocios en Gensan,
incluyendo una compañía de agua, hoteles y gimnasios. Algunas de esas
empresas, como World Fashion y Kee’s Café, están a nombre de su esposa,
Jinkee. Princesa, la hija de ocho años de la pareja, tiene su propia
empresa, MP Princess Digital Printing Solutions.
Los
habitantes de Gensan no envidian la riqueza de Pacquiao, un cristiano
renacido. La mayoría admira su historia, cómo se elevó de la pobreza a
la riqueza, su humildad y su fidelidad a sus raíces. “En esta ciudad,
tal vez encuentres una de cada mil personas a la que no le guste Manny.
Pero [esa persona] probablemente esté tremendamente borracha”, dijo
Láchar Cura, un graduado de marketing de 34 años.
Héctor
Eltabigna, un profesor jubilado de matemáticas y música de la escuela
primaria Saavedra Saway, dijo que su antiguo alumno siempre ha sido
generoso, desde los días en que les daba papeles a los compañeros que
habían olvidado traer los suyos o no podían comprarlos, a la reunión que
mantuvo en Gensan el año pasado para repartir dinero entre viejos
amigos.
“En la reunión dijo que ese
dinero ‘no viene de Manny Pacquiao, viene de Dios, yo sólo fui dirigido
por Dios. Él me ha dado esto y tengo que compartirlo. Quiero que
utilicen este dinero sabiamente, gástenlo sólo en alimentos y en sus
hijos ‘”, dijo Eltabigna. “Manny es bueno con todos, sean pobres o
ricos”.
Manny Pacquiao, en un combate contra Timothy Bradley.
Isaac Brekken/Associated Press
A finales de 2013, cuando el tifón
Haiyan sacudió la provincia de Tacloban, Pacquiao se estaba preparando
para pelear contra Brandon Ríos en Macao. Luego dedicó su victoria a los
miles de víctimas del tifón y donó dinero a la región, que visitó poco
después.
Sin la dura infancia que tuvo,
es poco probable que Pacquiao se hubiese convertido en el boxeador que
es hoy. “Al principio no estaba interesado [en el boxeo], fue sólo
después de que [lo] probó [y vio que su familia] podía comprar comida”
que se lo tomó en serio como carrera, dijo Eltabigna.
A
medida que la pelea se acerca, la cobertura de Pacquiao se convierte en
noticia de primera plana en los diarios nacionales. Estos informan
sobre todo, desde su régimen de entrenamiento a con quien conversó con
durante la cena. El nombre de Pacquiao sale de los aparatos de
televisión en los restaurantes que sirven pescado a la brasa—y varias
otras criaturas—a los costados de las carreteras.
En
un rincón de Kee’s Café, en la planta baja del Roadhaus Hotel—otra
propiedad de Pacquiao en Gensan—una pantalla de TV repite un documental
que recuerda de uno de los momentos críticos de la carrera de ídolo, un
nocaut brutal que sufrió a manos de Juan Manuel Márquez en 2012.
Alcanzado por un golpe cerca del final del sexto round, Pacquiao se
derrumba de cara en la esquina. Hay una foto de Jinkee Pacquiao,
petrificada. El documental muestra también la reacción atónita de las
multitudes que se habían congregado para ver la pelea en Filipinas.
El
domingo por la mañana, hora local, cuando se emita la pelea de
Pacquiao-Mayweather, miles se congregarán en Lagao Gym, un monstruo de
concreto cerca de la mansión de Pacquiao en Gensan. Será uno de los
lugares donde el gobierno local planea mostrar la lucha de forma
gratuita.
Estarán orando por una
victoria de Pacquiao. “Esperemos que gane, no sólo para él sino para
todo Filipinas. La pelea es por el país “, dijo Eltabigna.
Fuente: The Wall Street Journal
Comentarios
Publicar un comentario