martes, 21 de abril de 2015 15:39 EDT
Le aliviará descubrir, como me sucedió a mí,
que hay una razón matemática por la cual usted no tiene por qué comprar
el aparato más reciente apenas salga al mercado. Este principio no
tiene un nombre, pero es común en varios fenómenos de origen humano,
incluyendo los promedios goleadores de los futbolistas, la bolsa de
valores y el desempeño relativo de los automóviles económicos y de lujo.
Piense por ejemplo en la bolsa de
valores, en donde la diferencia entre el desempeño entre los mejores
participantes y los peores se ha reducido. “2014 fue un año récord en
términos del colapso de la brecha entre los fondos mutuos de mejor y
peor desempeño” dijo Michael Mauboussin, director gerente en
Credit Suisse
CS -0.15%
en una conferencia reciente en la Escuela de Negocios Wharton.
Después de su intervención le pregunté a Mauboussin si ese principio se
aplica al desempeño relativo de las cosas que los humanos hacen, es
decir, nuestra tecnología. Por supuesto, dijo y señaló que en términos
de funcionalidad, la diferencias entre vehículos de lujo y los
económicos nunca ha sido menor.
Lo
mismo sucede con la tecnología para consumidores e incluso para
empresas. Considere por ejemplo a los teléfonos inteligentes. La
diferencia funcional entre la generación de teléfonos Android y iPhone
del año pasado y sus versiones más recientes nunca, al menos
subjetivamente, ha sido más pequeña. Eso se debe a que, al igual que con
las computadoras portátiles y los automóviles, los teléfonos
inteligentes son una tecnología que ha alcanzado la madurez. A causa de
esto, sus fabricantes pasan cada vez más apuros para mostrarnos no sólo
en qué se diferencian sus modelos más recientes de los anteriores, sino
de los de la competencia. Esto ha llevado a, en palabras de John Herrman
“el extraño narcicismo de las pequeñas diferencias de la industria de
los celulares”.
Un resultado de ello es
un creciente mercado de electrónicos usados de todo tipo. “Estamos
tratando de educar a los consumidores respecto al [costo total de
propiedad] de un celular, y la inteligente decisión financiera que
representa el saltarse la experiencia de ‘abrir la caja’ o ‘sacarlo del
concesionario’”, asegura Sarah Welch, directora de marketing de Gazelle,
una empresa que se dedica a comprar teléfonos usados a los consumidores
para repararlos y revenderlos.
El
aparato más popular que vende Gazelle es el iPhone 5, el cual se vende
por US$219, un tercio de lo que un nuevo teléfono de Apple o uno
desbloqueado cuesta en una operadora celular. Es una opción que tiene
sentido para los consumidores que ahora más que nunca rechazan los
costos planes celulares que subsidian el precio de un celular nuevo.
Como una persona que por principios se opone a actualizar un aparato con
más frecuencia que cada dos o más años, puedo decirles que es un
aparato perfectamente funcional, lo mismo que el comparable Samsung
Galaxy S4, el cual Gazelle vende por US$249.
La
compañía, que no cotiza en bolsa, dice que su único problema al vender
estos aparatos es mantenerse al ritmo de la demanda. “Los teléfonos de
la generación anterior tienen un fuerte subconjunto de las
funcionalidades con las que cuentan los nuevos al punto que mucha gente
cree que vale la pena [comprar el modelo anterior en vez del nuevo]”,
dice Welch.
Otra ruta que los
consumidores están tomando es reparar sus aparatos, que supuestamente
son difíciles de reparar. Recientemente, cuando la batería de mi iPhone
comprado hace un año comenzó a perder carga, le pedía a un técnico de
iCracked que viniera a mi oficina para reemplazarla. El costo total,
incluyendo las partes, fue de US$40 Por el precio de una buena cena,
compré un año adicional de servicio para el aparato más esencial en mi
escritorio.
AJ Forsythe, fundador y
presidente ejecutivo de iCracked, me dijo que la demanda por el servicio
de reparación que ofrece su empresa está creciendo tan rápidamente que
está contratando 400 a 500 técnicos nuevos por mes. La compañía también
lanzó un programa de seguro de teléfonos llamado Advantage, que
garantiza un teléfono nuevo del mismo modelo si iCracked no puede
reparar el antiguo.
Otras compañías
como Glyde permiten que los consumidores vendan sus teléfonos viejos
directamente a otros usuarios. Y cada gran operador estadounidense tiene
algún tipo de programa de intercambio e incluso algunos tienen seguros
para teléfonos. En conjunto, el mercado para aparatos móviles comienza a
parecerse al mercado de vehículos, con las mismas estratificaciones por
precio y las mismas mediciones: teléfonos usados, seguros,
reparaciones, para extender la vida útil de los aparatos costosos o
incrementar su disponibilidad.
Todo
esto es posible debido a que nuestras laptops, teléfonos y tabletas se
han convertido, sin importar el fabricante o sistema operativo, más o
menos iguales en términos de uso. No es difícil notarlo si observa una
oficina o una cafetería: la gente usa aparatos de todo tipo y
antigüedad. Puede ser liberador darse cuenta que la cadena de
herramientas particular de un usuario es tan válida como la de su
vecino. Rechazar el culto de lo nuevo y brillante y aceptar a la
tecnología “suficientemente buena” no es un asunto de compromiso. Es
simplemente un reconocimiento de que todas las tecnologías maduras a fin
de cuentas se convierten, en promedio, en algo muy bueno.
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