- 7 enero 2015
El acentuado desplome esta semana de los precios internacionales del petróleo ha vuelto a poner en la mente de todos los vaivenes del mercado global de hidrocarburos.
Y como siempre, hay quienes advierten que la caída tendrá efectos negativos, o incluso catastróficos, sobre partes de la economía global.
Lo que llevaría a preguntarse por qué, hace apenas unos meses, cuando el precio del petróleo superaba a los US$100 por barril, se advertía de lo contrario: que los altos precios del crudo eran los que presentaban una amenaza para la salud de la economía del mundo.
Y, ¿entonces? ¿La amenaza para la economía mundial es el petróleo barato o el petróleo caro? Y ¿por qué, pase lo que pase con el mercado del crudo, siempre hay voces advirtiendo que su precio actual es una mala noticia?
Depende, siempre depende
La respuesta a esta paradoja tiene que ver con la particularidad del petróleo y su papel absolutamente central en la economía global. Mientras que el mercado para otras materias primas puede afectar a ciertos segmentos de la economía, el petróleo es especial en el sentido que afecta a prácticamente todos.
Y ante eso, es prácticamente inevitable que surjan grandes cantidades de personas que ganan y otra gran cantidad de personas que pierden con cualquier movimiento de precio del petróleo.
De modo que, por ejemplo, un aumento en el precio internacional del cacao podría afectar positivamente a los cultivadores del producto en Venezuela, y negativamente a los consumidores de barras de chocolate en Estados Unidos, pero difícilmente afectará a muchos otros sectores de la economía mundial como para motivarlos a que expresen su voz de alarma.
En cambio, una caída en el precio del petróleo afecta a economías nacionales enteras, como la de Venezuela, cuyas exportaciones dependen en más del 90% del crudo.
Prácticamente todos pierden en ese país con la caída del precio del petróleo. Y pierden igual los que les venden productos a los venezolanos, un grupo tan diverso que puede incluir a productores agrícolas colombianos o firmas de manufacturas japonesas.
Un mundo interconectado
También en Estados Unidos, donde decenas de millones de consumidores se alegran porque ahora les cuesta mucho menos llenar de combustible el tanque de su auto, hay muchos otros preocupados con que el barril de petróleo esté por debajo de los US$50.
El estado de Texas, el segundo más poblado del país, venía experimentando una bonanza por su producción de hidrocarburos, que ahora parece llegar a un abrupto final, amenazando a miles de trabajadores petroleros con el desempleo.
Y con esos puestos perdidos, también desaparecerán puestos en los almacenes que les vendían ropa, los restaurantes que los alimentaban y las empresas que construían casas que tal vez ya no podrán comprar.
Si en cambio el precio del petróleo subiera, los consumidores estadounidenses usarían menos sus autos por el precio del combustible, y así perderían los cientos de miles de personas que trabajan en los hoteles de carretera donde llegaría menos gente en vacaciones, o los empleados de las tiendas que venderían menos porque sus clientes estarían reorientando su dinero a pagar el creciente costo del transporte.
El sistema financiero global también extiende los problemas de las naciones productoras a las naciones consumidoras y viceversa. Si, por ejemplo, se presentaran quiebras de bancos rusos por los bajos precios del petróleo, y eso generara nerviosismo de "contagio" en bancos occidentales, las consecuencias se trasladarían a los ciudadanos de todo el mundo.
"Siempre habrá riesgos financieros asociados con cambios rápidos, inesperados", señalaba esta semana Anders Aslund, analista del Instituto Peterson para la Economía Internacional, citado en la revista estadounidense Businessweek.
Y eso sin siquiera empezar a discutir las implicaciones políticas de estos cambios de precios. Si el petróleo cae, como ahora, hay preocupación por la estabilidad política de naciones productoras en zonas volátiles como Medio Oriente.
Si en cambio el precio del crudo sube pronunciadamente, eso causa aumentos de la inflación y posibles disturbios callejeros contra el costo de la vida en naciones consumidoras.
¿Y el bienestar colectivo?
Es claro que a nivel individual es difícil decir siempre si es más conveniente que el petróleo suba o baje.
Sin embargo, teniendo en cuenta que los precios reflejan al menos en parte el nivel de escasez de un producto en la economía, se podría pensar que el abaratamiento del petróleo, la fuente central de energía de la economía global, sería una buena noticia para el bienestar colectivo en la medida en que refleje la abundancia de un producto crucial.
Y efectivamente, muchos economistas estiman que en su conjunto, la economía crecerá más con los precios bajos del petróleo.
Pero a esto replican los que piensan que, con el crudo barato, se incentiva a nivel global el consumo de un producto ambientalmente nocivo y pierden fuerza las iniciativas de energía alternativa.
"Los subsidios a la energía removable han sido vendidos al público más que todo con base en sus beneficios económicos", señalaba al diario británico The Independent el analista Peter Atherton de Liberium Capital.
La caída de los precios del petróleo puede haber terminado por el momento con esos beneficios económicos para las energías "verdes".
Y en el largo plazo, si por consumir más gasolina aumenta la contaminación, se incurren en unos costos que pueden ser mayores que el ahorro ofrecido por el combustible barato.
De modo que las quejas y temores persistentes por el aumento o por la caída del precio del petróleo revelan, más que otra cosa, la peligrosa dependencia de la economía mundial en ese producto.
Es el producto que nos concierne a todos, y por eso el comportamiento de su precio nunca dejará a todos satisfechos.
Fuente: BBC
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