Uber pone en excedencia forzosa a su máximo responsable

Los taxistas de todo el mundo ya tienen una nueva heroína. Se llama Susan Fowler, y es una ex ingeniera de la empresa que en una devastadora entrada en su blog personal, el 19 de febrero, describió una serie de prácticas en el gigante del taxi (aunque ellos prefieren vender que son una empresa de tecnología) Uber. Entre las denuncias de Fowler estaba el relato de cómo el Departamento de Recursos Humanos de Uber se había negado a sancionar a su superior que la había sometido a acoso sexual.
Las afirmaciones de Fowler desataron una cascada de alegaciones contra la cultura corporativa de Uber que han dañado enormemente la marca, y que este martes culminaron con el consejero delegado de la empresa, Travis Kalanick, apartado del cargo. La decisión, oficialmente, se debe a otra mujer: Bonnie Kalanick, la madre de Travis, que falleció en un accidente en un velero hace tres semanas.
La realidad es que en los últimos seis meses Uber ha ido de desastre en desastre en términos de relaciones públicas. Ya antes de que Fowler colgara su blog, la empresa había desaprovechado -al contrario que su principal competidor, Lyft - la posibilidad que le ofrecía en términos de relaciones públicas oponerse al intento de Donald Trump de prohibir la entrada de personas de varios países musulmanes en EEUU. Fue una actitud absurda, porque la mayor parte de los taxistas y conductores de Uber y Lyft son inmigrantes. Pero después Kalanick empeoró las cosas. Se puso a discutir con un conductor de Uber que le estaba grabando. Y una cascada de casos de abusos sexuales y discriminación saltaron a la luz. Finalmente, Google acabó denunciando a Uber por robo de tecnología en coches autónomos.
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Todo ha culminado con la presentación, hoy, de un devastador informe interno sobre la empresa llevado a cabo por el ex fiscal general (cargo equivalente al de secretario de Justicia) con Obama, Eric Holder, que pone de manifiesto la necesidad de cambiar los valores de la compañía con medidas tales como prohibir las relaciones sexuales entre empleados y reducir el uso de alcohol en los eventos y fiestas de empresa. Y, si alguien personifica esos valores es Kalanick.
No es sólo una cuestión de cultura. En diciembre, Uber fue valorada en 69.000 millones de dólares (61.560 millones de euros) por sus accionistas, aunque la empresa no cotiza en Bolsa ni tiene intención para salir al parqué. Desde entonces, los escándalos han reducido su valoración en un 15%, a medida que ha ido perdiendo cuota de mercado frente a Lyft, que recientemente ha cerrado un acuerdo de financiación con KKR, uno de los mayores fondos de 'private equity' del mundo. En el primer trimestre, Uber facturó 3.400 millones de dólares (3.000 millones de euros), con unas pérdidas de 708 millones de dólares (631 millones de euros), unas cifras que mejoran levemente sus ratio de rentabilidad con respecto a 2016, pero que aún la mantienen alejada de los números negros.


La salida temporal de Kalanick es un duro golpe para Uber, porque el directivo -que había logrado hasta los elogios públicos de Antonio Banderas y Donald Trump- ejercía un control absoluto sobre la empresa, en la que había impuesto una cultura extremadamente agresiva. Por tanto, no es solo la sustitución del máximo responsable, sino, también, el cambio de la cultura corporativa, algo mucho más difícil. Cuando Kalanick regrese de su excedencia, además, tendrá mucho menos poder, según declaró Uber.

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