La reinvención de la izquierda en un Ecuador sin Correa


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Tan ajustado ha sido el resultado en las elecciones presidenciales de Ecuador que el candidato perdedor mantiene la esperanza de poder impugnarlo y de que haya un nuevo recuento. Corresponde a las instancias judiciales electorales pronunciarse, aunque todo apunta a la victoria definitiva del oficialista Lenín Moreno, a quien se le atribuye un 51,16% de los votos, frente al 48,8% del líder derechista Guillermo Lasso. Es un triunfo simbólico para la izquierda no sólo ecuatoriana, sino de toda Sudamérica, y así fue celebrada ayer por los mandatarios de esta corriente en la región. Simbólico porque en un ciclo de cambio político hacia el que parece deslizarse el subcontinente con Gobiernos más proclives a la economía de mercado, Ecuador se mantiene en la irredenta alianza del socialismo del siglo XXI que forma junto a Venezuela y Bolivia.


Pero este resultado refleja dos cosas claras: la fuerte polarización social que hay hoy en Ecuador, y el desgaste del proyecto del presidente saliente, Rafael Correa. Aunque su delfín Lenín Moreno haya salvado los muebles, como indicaban las encuestas ha crecido enormemente el descontento con las políticas y medidas adoptadas en los últimos dos años por el padre de la llamada revolución ciudadana. Y esto significa que Lenín Moreno habrá de gobernar con un estilo muy distinto al de su predecesor, obligado a negociar y a pactar con la oposición -algo que Correa nunca hizo- y a atender a las crecientes bolsas de la población que se sienten del todo excluidas por el régimen.
El desafío político al que se enfrenta el nuevo mandatario no es fácil. Correa deja un balance con luces que cabe reconocerle, pero también con no pocas sombras. El oficialismo puede presumir de que desde 2007 hasta la actualidad Ecuador ha crecido a un ritmo del 3,9% anual, por encima de la media regional. Correa, más allá de sus maneras de líder populista, llegó al poder comprometido con la lucha contra el analfabetismo y la miseria. El primero prácticamente quedó erradicado en su primer mandato gracias a una intensa campaña de escolarización obligatoria. Y la pobreza se ha visto reducida desde el 36,7% hasta el 22,9% actual, lo que supone que 1,4 millones de personas han salido de esa situación angustiosa. Es innegable que el oficialismo ha tenido éxito con algunas de sus políticas sociales, acompañadas también de fuertes inversiones en infraestructuras que suponen un gran avance para el país.
Pero la otra cara de la moneda económica es una pesada losa para el nuevo Gobierno. Porque Correa deja un país fuertemente endeudado y en los últimos años el crecimiento se había ralentizado, como consecuencia de la crisis de las materias primas y de la caída del precio del petróleo, que ha redundado en serios recortes en los programas asistenciales en los que se basa toda la estrategia del oficialismo. Ello, unido a una subida de precios descontrolada, ha multiplicado el malestar social.

A diferencia de sus correligionarios ideológicos Nicolás Maduro Evo Morales, Correa ha mantenido una actitud posibilista que ha evitado el caos económico en el que, por ejemplo, está sumida Venezuela. En cambio, sus ademanes populistas y tendentes al autoritarismo se han visto muy claros en el pisoteo de libertades como la de expresión e información. Lenín Moreno debe adoptar un nuevo estilo desde su primer día de mandato.

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