EVOLUCIÓN EN EL PAÍS DE LA POBREZA EN EL SIGLO XX (OPINIÓN)

El hecho de parecer mendigo, limosnero o pordiosero fue la razón por la que, de 1930 a 1934, la policía levantó de las calles a más de siete mil personas en el Distrito Federal



Roberto Gutiérrez, 03 de abril de 2017
A finales del siglo XIX, la condición de miseria en la Ciudad de México se explicaba a partir de causas meramente individuales; sin embargo, a principios del XX hubo un cambio de paradigma y se comenzó a definir a partir de factores multicausales.

“Los sociólogos, trabajadores sociales, juristas y economistas empezaron a darle un sentido distinto, pues observaron que los pobres se hallaban inmersos en un sistema económico y que las oportunidades para integrarse a los mercados laborales estaban limitadas por estigmas, valores morales y prejuicios que sostenían ciertas ideologías”, señaló María Dolores Lorenzo Río.

La integrante del Instituto de Investigaciones Históricas, quien se dedica a estudiar ese fenómeno en esta urbe y las políticas sociales en el periodo posrevolucionario para tratar de dilucidar cómo ha sido su evolución en el país, comentó que el objetivo de su investigación es revelar cómo se pensaba esa condición en las décadas de los años 30 y 40 del siglo pasado, y así comprender cómo ha cambiado la percepción y los valores alrededor de ella.

Desde 1970 a la fecha, precisó, los esfuerzos del gobierno se han dirigido a incorporar a la población que carece de seguridad social. En perspectiva histórica resulta importante explicar de qué manera México ha ido restringiendo el acceso a los servicios de salud y de asistencia y cuáles han sido los programas que de manera limitada, si se quiere, han procurado atender los riesgos sociales. No sólo para conocer esta evolución sino para aclarar qué tipo de restricciones definen al “depositario de los derechos sociales”.


Sería ingenuo pensar que, con más de 50 millones de pobres en el México actual, las políticas sociales puestas en marcha por los regímenes posrevolucionarios para combatirla resultaron exitosas; no obstante, también sería pesimista concluir que en cien años no se ha avanzado, resaltó.

Erradicación de este fenómeno

Ambos discursos (los de finales del siglo XIX y principios del XX) coexistieron durante años. Así, al tiempo que estudiosos, investigadores, incluso funcionarios públicos progresistas pensaban en cómo mejorar las condiciones de vida de los pobres mediante programas de erradicación de la mendicidad y el incremento de los salarios, muchas voces seguían repitiendo que aquéllos lo eran porque querían, o bien que debían arreglárselas con lo poco que llegaba a sus manos.
El hecho de parecer mendigo, limosnero o pordiosero fue razón para que de 1930 a 1934 la policía levantara de las calles a más de siete mil personas como parte de un proyecto organizado por el Departamento del Distrito Federal, en colaboración con la beneficencia pública.
“Se buscó estudiarlos porque se consideraba que el problema de la mendicidad era uno de los más serios de la ciudad. Esto nos dice mucho acerca de cómo se estigmatizaba a una persona por su indumentaria y, en general, por su apariencia física”, expuso María Dolores Lorenzo.
El asunto, agregó, es que la discrepancia en la manera de proveer auxilios a la población ha sido también una constante en nuestra historia. A diferencia de lo que sucedió en casi todo el siglo XIX en México, cuando la beneficencia consideró en el sistema a las instituciones públicas y privadas, en el siglo XX en el entendido de disociar las acciones del gobierno como una cuestión pública y las acciones de las organizaciones no gubernamentales como privadas, hubo una falta de coordinación entre ambas esferas que se presenta como una dificultad para ampliar la cobertura asistencial en la población vulnerable de la nación.

Análisis de cuatro campos

En 1930, sociólogos reconocidos de las universidades de Chicago y de Texas vinieron a trabajar con profesores universitarios y funcionarios, tanto del gobierno capitalino como de la beneficencia pública, y a proponer un plan para erradicar la mendicidad. “Lo primero que hizo este grupo fue explorar, a partir de cuatro campos (económico, legal, social y de las condiciones psicológicas), las causas; después recomendó estudiar caso por caso y proporcionar a todos los que estaban en la calle el auxilio necesario para que salieran de esa condición”, relató.

Si bien era un proyecto ambicioso, suponía la inversión de recursos humanos y económicos, pues había que mantener a los mendigos, llevarlos a un asilo (si se trataba de ancianos) o a un hospital (si estaban enfermos), y luego sacarlos o conseguirles trabajo.

“Implicaba una arquitectura que en ese momento el Estado no podía poner en práctica, pero como debía demostrar que estaba haciendo algo para solucionar el problema, mandó recoger a los mendigos para conducirlos al Dormitorio Público número 2, en la calle de Cuauhtemotzin (hoy Isabel la Católica), donde los trabajadores sociales clasificaron y definieron quiénes irían a los asilos, a los hospitales o a las cárceles.

De ahí en adelante, aseveró, la política aplicada osciló entre los auxilios asistencialistas y el control policiaco. Los asilos y hospitales los acogían, aunque también se inició una campaña para meter a cada vez más indigentes en las cárceles, con el pretexto de que esas acciones acabarían con la mendicidad. En 1933 esa operación se intensificó y se volvió muy violenta.

Como consecuencia de la crisis del 29, los recursos del plan original disminuyeron, por lo que éste sufrió una nueva modificación y se centró en los niños mendigos.

Así, prosiguió, hubo una estrecha vinculación de los científicos sociales en el diseño de las políticas públicas destinadas a abatir la pobreza desde principios del siglo XX, cuando la creciente confianza en sus diagnósticos comenzó su recorrido en la modernización del país. El conocimiento social de un problema resultó indispensable para emitir opiniones y recomendaciones calificadas que fueron, sin duda, una forma de legitimar la función social de los académicos. Y esta motivación está presente en los grupos de sociólogos y trabajadores sociales de la década de los 30 que idearon algunos procedimientos para acabar con la situación en las calles de la ciudad.

Avances

La experta reiteró que “aunque las políticas sociales posrevolucionarias para combatir esa situación no fueron del todo exitosas, sí se ha avanzado. Sin duda hay una gran diferencia entre las condiciones de principios del siglo XX, cuando la mayoría de la población carecía de agua, luz, vacunas y educación, y las de ahora.
“Hay progresos, la pobreza se estudia de manera más profunda y está mejor tratada. Ahora bien, no se ha abatido ni se ha conseguido la democratización de una condición material digna, porque la brecha de la desigualdad ha alcanzado dimensiones alarmantes no sólo entre los individuos sino entre las naciones”, finalizó Lorenzo Río.

SITUACIÓN ACTUAL

La pobreza en México aumentó en dos millones de personas entre 2012 y 2014, al pasar de 53.3 millones (45.5 por ciento) a 55.3 millones (46.2 por ciento), de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
Para calcularla, fueron medidas diferentes dimensiones. Una de ellas es el nivel de ingreso: en el bienestar mínimo el ingreso mensual por integrante de familia fue de al menos mil 242.61 pesos en el entorno urbano y de 868.25 en el rural, y la línea de bienestar de dos mil 542.13 pesos (urbano) y 1,614.65 (rural). Algunas otras dimensiones tomadas en cuenta fueron carencias en educación y acceso a servicios de salud, seguridad social y alimentación.

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