Las herramientas de los bancos centrales están perdiendo el filo

Los bancos centrales han demostrado su voluntad de alcanzar sus metas de crecimiento e inflación. ¿Pero disponen de los medios necesarios para hacerlo?
La pregunta ha cobrado mayor relevancia luego de que el Banco de Japón anunciara el miércoles que incursionaría en dos terrenos que son absolutamente nuevos para los bancos centrales. La entidad no sólo quiere que la inflación alcance la meta de 2%, sino que la supere. Además, no se dedicará exclusivamente a las tasas a corto plazo, sino que atacará los rendimientos de los bonos a largo plazo.
Las medidas confirmaron la reputación del gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, como un hombre que no tiene miedo de experimentar, pero también plantearon dudas inquietantes sobre la insuficiencia de sus innovaciones anteriores.
Los problemas del banco central japonés son importantes para todos los bancos centrales puesto que una gran cantidad de economías se empiezan a parecer a Japón, es decir que sufren de un crecimiento modesto y una inflación excesivamente baja, lo que dificulta las condiciones para que toleren tasas de interés muy por encima de cero.
Horas después del anuncio del Banco de Japón, la Reserva Federal de Estados Unidos no modificó su tasa de interés de referencia, aunque dijo que había muy buenas razones para subirla. Aunque el empleo sigue creciendo en forma saludable, la inflación sigue por debajo de la meta de 2% de la Fed y los inversionistas no prevén que salga de ahí.
La zona euro padece la misma condición. El Banco Central Europeo redujo las tasas por debajo de cero con el fin de elevar la inflación, que está por debajo de 1%, incluso si se excluyen los precios de los alimentos y la energía.
La situación de Japón es parecida, aunque peor. La economía promedió un crecimiento de 0,2% entre junio de 2015 y junio de 2016, la inflación es ligeramente negativa y, lo que es más preocupante, las expectativas inflacionarias del público y del mercado han caído en forma constante. Los inversionistas de bonos prevén una inflación levemente por encima de cero en los próximos años.
El yen se debilitó ligeramente el miércoles, pero luego cerró con un alza en una señal de escepticismo sobre el éxito de las políticas del banco central. La divisa cerró el jueves con un alza de 0,45% frente al dólar.
Kuroda dio el puntapié inicial a las agresivas políticas de estímulo del banco central japonés en 2013 cuando se comprometió a elevar la inflación a 2% en dos años, realizando cuantiosas compras de bonos soberanos y de empresas y de acciones aprovechando la nueva impresión de dinero. El organismo decidió en enero acudir a las tasas negativas.
Las medidas lograron un éxito inicial. La inflación salió de territorio negativo con la ayuda de la depreciación del yen. Desde entonces, los avances se han estancado.
El Banco de Japón atribuyó a tres factores la incapacidad de la inflación de alcanzar la meta de 2%: el desplome de los precios del petróleo, el alza de un impuesto al consumo en 2014 y la desaceleración de las economías emergentes.
Las expectativas de inflación cayeron de la mano de los precios al consumidor. Eso presenta un dilema. Mientras la inflación siga baja, lo mismo ocurrirá con las expectativas de las personas formando un círculo vicioso que, a su vez, dificulta el cambio de los hábitos de fijación de salarios y precios.
El banco central espera que al prometer que permitirá que la inflación exceda la meta de 2% eleve las expectativas inflacionarias, pero reconoce que eso se “podría demorar” tomando en cuenta el bajo nivel de los precios al consumidor.

El organismo también reconoció los límites sobre su capacidad para adentrar las tasas en territorio negativo y advirtió que “un declive excesivo” de las tasas puede perjudicar la economía al plantear dudas sobre la salud de largo plazo del sistema financiero.
Tampoco hay que exagerar los problemas económicos de Japón. El desempleo está en su nivel más bajo de los últimos 20 años y aunque el crecimiento de la economía es casi nulo, eso se debe en parte a la disminución de la fuerza laboral y el magro crecimiento de la productividad.
Por el mismo motivo, las diferencias entre Japón y otros países no son tan grandes. El desempleo en EE.UU. es de 4,9% y está cerca de lo que la Fed considera su nivel natural, pero el crecimiento ha sido flojo durante años. La inflación y las expectativas de inflación siguen deprimidas.
Lo más notable acerca del anuncio de la Fed no fue el indicio de que subirá pronto las tasas, que era ampliamente aguardado, sino que los aumentos posteriores serán menos de los previstos.
La noticia más aleccionadora fue que el banco central estima que el crecimiento de largo plazo de EE.UU. es de 1,8%, frente a una proyección de 2% en junio y de 2,5% en 2011. “Tenemos problemas para abordar… la nueva realidad en esta economía y en la economía global, lo que explica por qué seguimos revisando a la baja el camino de las tasas”, reconoció Yellen ante un grupo de periodistas.
Las fuerzas detrás de esta combinación de crecimiento bajo y tasas de interés bajas van más allá de los factores que puede influir un banco central. Una de ellas es la demografía.
El envejecimiento de las poblaciones está reduciendo la fuerza de trabajo y la base de clientes, lo que disminuye los incentivos para la expansión del capital. Los economistas del banco de inversión británico Barclays recalcan que el giro de Japón desde los trabajadores de mayor edad a los más jóvenes; desde las manufacturas a los servicios, que son menos productivos, y del empleo permanente al temporal están deprimiendo los salarios.
En segundo lugar, el crecimiento de la productividad se ha estancado por razones que no son del todo claras. Un tercer motivo es el ajuste de cinturón fiscal, es decir, los esfuerzos de los gobiernos para reducir los déficits que se dispararon después de la recesión.
Tomando todo esto en cuenta, ¿qué pueden hacer los bancos centrales? Es muy posible que la respuesta sea nada o, al menos, nada más de lo que ya están haciendo.
Aunque sus políticas han sido menos efectivas de lo esperado, tampoco han sido inútiles y, si nada descarrila la economía global, los sueldos y la inflación deberían proseguir su repunte. Los beneficios de seguir reduciendo las tasas en territorio negativo pueden ser esquivos, pero esa no es razón para subir las tasas, lo que podría desatar una salida de capitales que desestabilice a los mercados emergentes.

También hay signos de que los gobiernos del mundo empiezan a abrir sus billeteras. En tal sentido, la decisión del Banco de Japón de fijar una meta de rendimiento cero en los bonos soberanos podría darle garantías al gobierno japonés de que puede registrar un déficit fiscal más alto sin generar un alza de las tasas de interés. La Fed hizo algo parecido en los años 40 para ayudar al Tesoro a financiar la Segunda Guerra Mundial.
El esfuerzo bélico produjo un gigantesco auge en EE.UU. El trabajo de la Fed era mantener las tasas bajas en medio del enorme endeudamiento del Departamento del Tesoro y las presiones inflacionarias reprimidas.
Hoy, no existe una presión similar sobre los rendimientos ni por el lado de la deuda, ni por el de la inflación. En realidad, la meta del Banco de Japón de un rendimiento cero es más alta que las tasas negativas que los bonos tenían hasta hace poco. La lección es que si bien los bancos centrales tienen herramientas a su disposición, lo que pueden conseguir por su cuenta es limitado.
Fuente: WSJ Español

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